Conste que sigo a rajatabla las indicaciones de mi nutricionista estival, pero este verano he sentido flojera de voluntad y cada vez que la luna se asomaba me arrastraba inmisericorde hasta la playa y, una vez en la playa, me empujaba a un chiringuito especializado en sardinas y, claro, una vez allí qué vas a hacer ¿pedir un filete con patatas? No. Un mes entero comiendo sardinas, bebiendo cerveza y padeciendo malas digestiones. No importa, me he dedicado a escribir y leer, leer y escribir, y entre una cosa y otra miraba la luna y soñaba. Hoy estrenamos septiembre, tengo cita con mi nutricionista de otoño y he decidido comer solo merluza a la plancha, eso sí, antes de ponerla al fuego pienso pintarla de azul para que me recuerde los suculentos banquetes de pescado azul saboreados bajo la luz de la luna.

Sardinas bajo la luz de la luna