El Museo Frederic Marès, junto a la catedral de Barcelona, es un auténtico recorrido sentimental, de artista, de coleccionista, con obras portentosas en su inventario, pero también con toda suerte de menudencias creativas y emocionales. Siempre que acudo a este museo salen a saludarme viejos recuerdos, amigos de antaño, que me invitan a recorrerlo de forma paralela. Es mucha la esencia que guarda este museo entre sus muros. Y si es posible, me siento en sus terrazas y procuro coincidir con la sonoridad de las campanas de la catedral en medio de este jardín de arte y silencios. (Fotos de Tuchy Regueras)

El Museo Frederic Marès, junto a la catedral de Barcelona, es un auténtico recorrido sentimental, de artista, de coleccionista, con obras portentosas en su inventario, pero también con toda suerte de menudencias creativas y emocionales. Siempre que acudo a este museo salen a saludarme viejos recuerdos, amigos de antaño, que me invitan a recorrerlo de forma paralela. Es mucha la esencia que guarda este museo entre sus muros. Y si es posible, me siento en sus terrazas y procuro coincidir con la sonoridad de las campanas de la catedral en medio de este jardín de arte y silencios. (Fotos de Tuchy Regueras)