Paseando por viejas iglesias, camuflado por rincones prohibidos, sueles encontrar algunas respuestas a los secretos mejor guardados. Así por ejemplo, tras una puerta abierta que no te invita a pasar, encuentras otra cerrada a cal y canto, a la que se accede por una vieja escalera de piedra. No puedes entrar, pero al abrir tu imaginación, sigues un pasadizo que te lleva al verdadero altar de tesoros que protege la iglesia de los curiosos. Estoy convencido que tras la puerta cerrada hay otra a medio cerrar y así hasta el infinito de un laberinto con puertas que se abren , que se cierran, puertas y respuestas, siempre un camino sin fin.