¡PELIGRO! CARTA CERTIFICADA
Hasta ese justo momento era un día doméstico y completamente asumible, pero mi conserje me esperaba a la entrada de la escalera con sonrisa sardónica mientras se abanicaba con una carta, ¡una carta certificada! Un escalofrío recorrió mi cuerpo y asomó a mi rostro una oleada de odiosas ojeras. El conserje tenía órdenes estrictas para que no aceptara ninguna carta certificada a mi nombre, pero el presidente de la comunidad de vecinos, un beato pagador de impuestos y un radical sectario contra los morosos sin afán de lucro, revocó mis instrucciones aludiendo a la impoluta fama de nuestra asociación vecinal ante la administración de Hacienda.
No era una carta bancaria, esas las tengo asimiladas. Cuando llegan me tomo la medicación y salgo del paso. Si la certificación procediera de Tráfico, sufro taquicardia y depresión, pero supero sus daños colaterales contra mi zona de confort. La carta certificada venía de…
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Publicado el marzo 11, 2014 en Textos Propios y etiquetado en lecturas literarias, literatura, manuel villa-mabela, microrrelatos, misterio, relato breve. Guarda el enlace permanente. Deja un comentario.

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