Manuel Villa-Mabela
No recuerdo un julio tan antipático ni tan calurosamente pesado. No he recibido ni una sola invitación para asistir al petardeo de alguna terraza veraniega. Este año tampoco. Todo está vacío e inhóspito. Hasta los fenómenos parapsicológicos están de veraneo, los espíritus no se manifiestan por ahorro de energía y no se ha asomado a nuestra dimensión ni un solo extraterrestre, aunque sea de los mundos vecinales. La crisis nos afecta a todos en una u otra medida. Ya se sabe, la inflación de la materia intergaláctica, la carestía del combustible vibracional y el impuesto de peaje para cambiar de una a otra dimensión alcanza precios escandalosos. Está claro que la globalización de los universos aún está lejos. En fin, nada de nada, un caos de aburrimiento que me arrastra al abatimiento más hondo posible. Menos mal que mi compañero de aventuras, el juez más heterodoxo y abierto…
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