Las puertas sirven para muchas cosas. Hay puertas abiertas que dejan pasar el aire, los sueños y el amor. Luego tenemos puertas cerradas que entierran ilusiones y guardan secretos, que generalmente, todos conocen. Hay puertas tímidas, de terciopelo, que son pura decoración y, también, hay puertas, unidades de nuestras milicias de seguridad, que cierran a cal y canto. Por eso, cuando alguien abre o cierra una puerta tiene que tener en cuenta la filosofía que encierra el puro hecho en sí mismo. Igual no es del todo malo dejar una rendija de previsión, si bien, cuando uno está decidido del todo, lo mejor es dejarlas abiertas de par en par o propinar un buen portazo, pero hombre, no seamos tan bruscos e intentemos darles a los demás tiempo para que aparte los dedos. Esta puerta hermosísima pertenece a la Alhambra de Granada y por su porte y trascendencia bien podemos asegurar que «esto es una puerta» y lo demás tonterías.