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BUSCAR TAXI EL DÍA DEL FIN DEL MUNDO
¿Hago bien en asegurarme un taxi cada mañana? Mi exorcista de cabecera sonríe y se sirve otro ron añejo. Ese hombre sabe mucho más de lo que parece. Cada día llamo a una asociación de taxis de confianza para reservar un vehículo que venga a recogerme justo a las siete y media de la mañana. Mi astrólogo me ha confirmado que el fin del mundo anda ya a la vuelta de la esquina y todas las precauciones que tome son pocas. Tengo ciertos problemas de movilidad y presiento que cuando se abran las puertas del cielo y del infierno tendremos confusión general, carreras arriba y abajo, sabotajes callejeros, aberraciones en el «gps», atropellos, mercadillos de ofertas de bulas por fin de temporada y otros desbarajustes típicos por el cierre y liquidación del negocio vital. Yo tengo que fichar en mi oficina de patentes y marcas a las ocho en punto. Mi carácter y lealtad me impiden trasgredir mis obligaciones personales y profesionales. Por eso, todos los días, tengo contratado un taxi, para que venga a recogerme a casa. Y en el señalado día de la bancarrota de la vida, una vez haya pasado por mi oficina de patentes y marcas, seguir viaje hasta las puerta dimensional que me corresponda. Si no me engaño, tiene que ser rematadamente difícil encontrar un taxi libre el día del fin del mundo.
ESTÁ DECIDIDO, ME INDEPENDIZO EN EL ALA NORTE
Está decidido, me traslado al ala norte de casa. Lo siento por el servicio que deberá aumentar sus peregrinaciones por los pasillo interminables de nuestro hogar, pero no soporto las fiestas del vecino que vive en al otro lado de la frontera del salón. No cumple las normas, no respeta el silencio y agravia mi paz. La policía no ha conseguido meterle en vereda y tampoco le ha asustado un amigo de Hacienda que me debía un favor. En el corcho de la comunidad, recién se ha colgado una publicidad de un sicario vecinal que se ofrece a componer discordias. No me gusta el procedimiento, pero es que tiene muy buenas tarifas.
BUSCAR TAXI EL DÍA DEL FIN DEL MUNDO
¿Hago bien en asegurarme un taxi cada mañana? Mi exorcista de cabecera sonríe y se sirve otro ron añejo. Ese hombre sabe mucho más de lo que parece. Cada día llamo a una asociación de taxis de confianza para reservar un vehículo que venga a recogerme justo a las siete y media de la mañana. Mi astrólogo me ha confirmado que el fin del mundo anda ya a la vuelta de la esquina y todas las precauciones que tome son pocas. Tengo ciertos problemas de movilidad y presiento que cuando se abran las puertas del cielo y del infierno tendremos confusión general, carreras arriba y abajo, sabotajes callejeros, aberraciones en el «gps», atropellos, mercadillos de ofertas de bulas por fin de temporada y otros desbarajustes típicos por el cierre y liquidación del negocio vital. Yo tengo que fichar en mi oficina de patentes y marcas a las ocho en punto. Mi carácter y lealtad me impiden trasgredir mis obligaciones personales y profesionales. Por eso, todos los días, tengo contratado un taxi, para que venga a recogerme a casa. Y en el señalado día de la bancarrota de la vida, una vez haya pasado por mi oficina de patentes y marcas, seguir viaje hasta las puerta dimensional que me corresponda. Si no me engaño, tiene que ser rematadamente difícil encontrar un taxi libre el día del fin del mundo.
NUNCA TE HICE VUDÚ CON MALA INTENCIÓN
NUNCA ME ATREVERÍA CON ESAS DISCIPLINAS, TENGO MUY MALA MANO CON EL CORTE Y LA CONFECCIÓN
Debes entenderlo, cariño ¿Tú qué hubieras hecho en mi caso? No, no me contestes. Tenía ganas de verte y no había forma. Me parece estupendo que seas una ejecutiva agresiva y estoy orgulloso de tus logros empresariales en el maridaje entre el copago de medicinas y tu negocio de pompas fúnebres, pero todas las noches se me quedaba el pollo frío y el peluche que me regalaste se me hace ya muy cansino ¡Cómo sois las mujeres nocilla! Un poquito de vudú nada más para que te doliera una pizca la tripa y te quedarás en casa conmigo. Me siento muy poco atendido, cariño.



