Este fin de semana, Cuenca, ha recibido a sus visitadores vestida de blanco. Claro, su sueño siempre ha sido ser escenario de cuentos, fantasías y aventuras y ha aprovechado el cambio climático para embellecerse. Su catedral, sus museos, sus calles, la ciudad encantada, la ventana del diablo, todo ha seguido un mismo guión, entusiasmarnos de emociones. Una pena las carreteras no hayan seguido en un estado, digamos habitual, dado el masivo retorno por parte de una legión de coches, ansiosos de volver a sus espacios de confort para poder relatar en sus bitácoras de abordo su visita a Cuenca vestida de blanco.

Cuenca

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