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SUEÑOS Y CARDOS
Los paseos bajo el Sol del estío me gustan menos, parezco un buscador de sombras. Antes me daba cierto corte, ahora, me protejo bajo la tela de un paraguas y me voy apañando mejor. Todo esto viene para confesar que me encantan los cardos, las plantaciones de cardos plantadas en cualquier rincón inhóspito. La genética del cardo siempre ha despertado mi admiración y mi envidia sana. Crecen que en territorios donde las ilusiones, las emociones, el equilibrio y la armonía, apenas sobrevive, de ahí, que siempre que me encuentro con un ramillete de cardos me paro y les solicito alguna transmisión de su fortaleza, al fin y al cabo, ellos son cardos y nosotros solo personas de carne y hueso con nuestras miserias a cargas, sobre todo en verano.