¡POLTERGEIST DOMÉSTICO!

Estaba más que claro que se trataba de un asunto típico-tópico de “telekinesis”,  un ejemplo de libro, todo el acontecimiento desprendía el perfume cabalístico de un ¡Poltergeist!, aunque luego, la posterior resolución del caso fuera una auténtica puñalada.

Soy un entusiasta de la investigación esotérica. He visitado centros energéticos de primer orden, casas habitadas por fantasmas, círculos de maíz y alternado con sectas ilegalizadas por la razón. Siempre he trabajado en equipo y en mi retorno a los ruedos misteriosos no he pretendido actuar de forma diferente. Mi alter ego en tales menesteres es uno de los jueces más ilustrados y heterodoxos del país, el primer juez en abogar por un tribunal especializado en casos que no pueden resolverse mediante leyes y normas convencionales y aprobadas por las cortes.   Aprovechando que era verano (hace calor y sudas mucho haciendo sexo), mi amigo juez está cumpliendo una sentencia que le impide acercarse, bajo ningún pretexto, a su sala de justicia (hay francotiradores apostados en los tejados de la audiencia para cumplir el requerimiento legal sin hacer prisioneros) y yo me he quedado una vez más sin trabajo (no tengo suerte con los contratos basura), hemos pensado que es buen momento para dar rienda suelta a nuestros instintos artesanales de justicia e investigación paranormal y nada mejor que entregarnos al trabajo de campo sobre asuntos que rocen o estén metidos de lleno en el universo del más allá.

El caso tuvo lugar hace dos meses más o menos  en un domicilio aparentemente tan doméstico como cualquier otro. Hablamos de una casa de seis vecinos sin antecedentes penales que se sepa dado que existen ciertas dudas sobre el inquilino del primero derecha. Nada serio pero se conoce que nunca paga el IVA de los recibos comunitarios. A la derecha de la entrada del edificio vecinal hay una hamburguesería y justo enfrente una empresa de pompas fúnebres. Muy cerca hay un bazar chino pero todo indica que no existe ninguna conspiración sobre la pareja protagonista de la historia por ninguno de estos negocios comerciales. El hogar estaba habitado por una pareja convencional, por una parte, un macho alfa de unos cincuenta años al que no le gusta leer poesía ni novelas románticas y es aficionado al fútbol. La señora pertenecía al coro de la parroquia, a la hermandad de vegetarianas de Calatrava de la Serranilla y era adicta a las telenovelas. Hasta aquí todo guardaba un orden, un criterio razonable.

El día de la manifestación, una vecina, la que comparte rellano con la pareja, escuchó extraños ruidos provenientes de la casa en cuestión. Habló de gritos espantosos, corrimientos enfurecidos de muebles,  ventanas que se golpean violentamente, floreros que se rompen contra las paredes, lámparas que tiemblan. La vecina llamó a la policía local que no tarda en personarse en el lugar de los hechos y llama repetidamente a la puerta hasta que por fin, pasados más de veinte minutos, tienen acceso a la misma y se encuentran con un dantesco escenario donde todo está destrozado y revuelto sin orden ni explicación. La pareja presenta distintas contusiones, ojos morados y señales de lucha intensa. La pareja está nerviosa, muy nerviosa. La policía se los lleva al cuartelillo y procede con la investigación.  Ambos aseguran que no saben qué sucedió, que sus recuerdos se los ha tragado la memoria. 

Ya comenté en un principio que era un asunto claro de un poltergeist, un espíritu inquieto y malvado o cuanto menos un irresponsable manejando sus energías de ultramundo. La policía local no estaba muy convencida de nuestras conclusiones a pesar de que nosotros pagamos la cuenta en el “Asador” mientras ofrecíamos nuestro argumento. A la pareja protagonista sí le gustó nuestra teoría, tanto que se sumaron a ella y manifestaron mediante escrito que habían sido víctimas de un poltergeist. También estuvieron muy interesados en conocer si su seguro de hogar cubría los desperfectos ocasionados por el “espíritu jocoso e inquieto”. Nosotros cumplimos con nuestra obligación y dimos por resuelto y cerrado el caso. Más tarde nos sentimos burlados por la lógica dadas las pruebas aportadas por el fiscal de antidisturbios vecinales  cuando consiguió la confesión de la pareja protagonista que admitieron confusos que lo sucedido en su casa el día de autos no fue otra cosa que una familiar y encarnizada discusión por el mando de la “tele” que se les fue de las manos y no supieron pacificar sus diferencias domésticas estallando su penitente guerra fría en una batalla sin cuartel. Muy poco románticos con lo paranormal.

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DSC_0061                                                                                  Foto de Tuchy Regueras

Publicado el marzo 21, 2014 en Textos Propios y etiquetado en , , , , , , . Guarda el enlace permanente. 4 comentarios.

  1. Una discusión por el mando? Soy muy malo como Cazafantasas. Pensé que se les había subido la bilirrubina y habían jugado a «Cincuenta y uno tonos de gris.» (Siempre habrá algo nuevo que probar)
    Deliciosa historia, no pude evitar la carcajada con lo de: un domicilio aparentemente tan doméstico como los otros…

  1. Pingback: EL HOMBRE QUE SE DURMIÓ EN UN ATAÚD | Gorrion de Asfalto

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