Un hombre casado es un piso ocupado, algunos divorciados representan pisos desalojados y, tarde o temprano, casi todos precisan derramas

Una tarde, tomando café con pastas, un grupo de amigas me puso al tanto de la realidad de sus relaciones afectivas y afectivas plus. Todas ellas aseguraban que la buena mercancía masculina suele brillar por su ausencia y que los mejores ejemplares estaban en estricta “caza y captura” bajo el mandamiento de la que ande más lista. Luego estaba la divisa de los casados. Ya se sabe que con los casados: juntos, ni a misa de diez, pero parece ser que entre que se descubre su auténtico estado y se verifican sus intenciones, suelen ser afables, comedidos y entretenidos.   Alguna me apuntaba que suelen oler a concilio de trento a lo lejos pero que les divierte ver las mentiras que se inventan para iniciar una relación furtiva. Naturalmente no todas las mujeres son iguales ni piensan lo mismo, pero este grupo ya rondaba los cuarenta, tenían demostrada experiencia en pareja y tenían cierta pereza a la hora de dejarse convencer por nuevas aventuras. Una de ellas trabajaba en una inmobiliaria y aseguraba que los pisos y los casados son lo mismo, que los pisos y los hombres son lo mismo. Por ejemplo: un divorciado era un piso desalojado, un casado era un piso ocupado y la mayoría de caballeros eran pisos okupas. Luego estaban los que aún vivían en los pisos de los padres, los que eran capaces de vivir en cualquier piso porque eran mileuristas y los que se ofrecían en alquiler. Parece ser que hoy las parejas no son garantía de nada. Otra de las amigas señaló, mientras terminaba su café: seamos claros, con veinte años te vale todo, y se le ponen buenos ojos a todo; pero pasa el tiempo y el piso no tiene ascensor, y lo retro es un tanto incómodo. Después de todo, llegada la mediana edad, si tienes un mínimo de aspiraciones, lo suyo es mejorar… Y entonces ¿ por qué seguir aferrados a un inmueble que tarde o temprano tendrá derramas y dará problemas cada dos por tres. Visto lo visto propongo a quien sea menester alguna suerte de experimento genético piloto para intentar que las mujeres no se aburran mucho más de los hombres con los que se relacionan. Según mi experiencia con este grupo de amigas, claro.

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                                                                                                 Fotografía de Tuchy Regueras