Un avispado constructor escenifica apariciones en la obra de su inmueble señera para captar la atención de los creyentes radicales con cartera

En estos tiempos de crisis hay muchas conversiones económicas-cabalísticas. Tengamos en cuenta que el edificio promocionado es un auténtico «spam» inmobiliario que está carcomido de materiales cutres y una de dos, se respeta su inercia al derrumbe o se llena de inversores espirituales que buscan una ganga para salvarse. El inmobiliarista podría barajar otras exquisiteces pero es que el inmueble hace vecindad con un vertedero, no llega el transporte urbano y en sus alrededores solo florecen las jeringuillas. Pues se le ocurrió asomar a uno de los salientes una imagen de escayola que bien iluminada por las noches ha sido mano de santo.  Ahora hay peregrinaciones hasta la oficina de venta en busca de una oportunidad existencial que les permita habitar en un edificio que promete en su bitácora comercial: insonorización de las sectas salvajes sin recursos, eco místico ambiental, levitación de los ascensores y juntas de vecinos con protección policial. El promotor habla de la ley de la oferta y la demanda y, claro, la gente es como es, ya los hay que aseguran que la imagen de escayola les ha profetizado que lo mejor es contratar un conserje boliviano y, también, les ha asesorado sobre el mejor seguro de responsabilidad civil. Naturalmente, ya se han producido milagros: una pareja se ha reconciliado y comprará un ático a medias para ahorrar gastos y una entidad bancaria se ha comprometido a ofrecer hipotecas light. La campaña publicitaria parece que ha funcionado, de hecho, en un céntrico barrio de la capital unos okupas se han hecho con un hotel de lujo siguiendo el mandato de una aparición de escayola, eso si, envuelta en pan de oro, es una zona buena y hay que ir bien vestidos. No sé. Mira que si las apariciones son de verdad.

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                                                                                   Foto de Tuchy Regueras