LAS GALLETAS DEL ANTICRISTO
Lo que hay que inventar para vender más que el vecino empresario de enfrente. No digo que los dulces en cuestión no sean excelentes, la perdición de monjas, sacristanes y diabéticos, pero me hace sentir raro el marketing del todo vale. Claro, que también puede ser la respuesta lógica de alguna secta del azúcar, en contestción pastelera a las tetillas de monja, tal vez. Cuando descubrí el manjar en Cantabria, pregunté si estaban ricas y el dispensero tan solo acertó con encogerse de hombros. Eso sí, me regaló una sonrisita lasciva. En fin «cosas veredes amigo Sancho». Si alguien gusta de unos cojoncillos de anticristo, que las consiga. Yo soy de buen conformar y no me van las experiencias erótico-gastronómicas, así que seguiré con mis galletas «maría». A ver, si alguien me propone alguna experiencia sabrosa, pues hablaré con mi abogado. No me cierro a casi nada.
Publicado el septiembre 28, 2015 en Artículos Propios y etiquetado en Cojones de anticristo. Guarda el enlace permanente. 5 comentarios.


Que curiosidad
Sonoro nombre para un inocente dulce. No me extrañaría que comerlos provoque espumarajos verdes. Ahora que hablas de marketing curioso, me acuerdo de un bar de Guadalajara donde compramos una botella de licor «Hijoputa». Al echarle un tiento comprendimos el por qué del nombre.
Pues ya lo tenemos, una tarde quedamos a merendar con un hijo puta y mojamos cojones. Esta vida ya no es lo que era…
Cuando viajo hay dos sitios que procuro no perderme, los cementerios y las pastelerías. Hay frases que lo dicen todo, aquí le va bien la de el muerto al hoyo y el vivo al bollo.
Bona nit.
Seguro que hemos coincidido en algún sitio. Lo tuyo es filosofía vital. Bona nit