Paseando el otro día, no recuerdo bien qué día, me asomé a un parque que me sorprendió por su oferta de actividades. Es la primera vez que tengo ocasión de poner en forma a mis dedos siguiendo un sano ejercicio: La escalera de dedos. Hasta ahora los mantenía en plenitud de facultades mediante su protagonismo en las caricias, tocando el piano o trasteando utensilios, eso sí, con el debido descanso ocultándolos en los bolsillos. Ya no. Ahora se mantendrán firmes y flexibles gracias al ingenio de la escalera de dedos, que además es muy entretenido y el público de los alrededores te jalea para llegar a lo más alto posible. Me encantan tantas facilidades para conseguir una vida más plena y feliz.