Miradas, escenas, momentos, sueños, perfume de azar y un sin fin de rincones ajardinados visten uno de los lugares más hermosos y emblemáticos de los que conozco. El Generalife evoca poesía a manos llenas y transmite esa dulce sensación que te hace creer, tal vez sea verdad, que podemos transcender al tiempo mediante las armas de la belleza, el espíritu cabalístico o la ensoñación a flor de piel. Lo cierto es que todo su itinerario es un canto emocional, que como poco nos brinda un relajo íntimo que podemos aprovechar para la creación o para dialogar con nuestro yo más íntimo, lo que no es baladí en tiempos poco dados al pacifismo interior. ¡¡Buen viaje y estancia en el Generalife!!!